Yo soy, probablemente,
la mejor demostración del “hincha iracundo”. Alguien que puede sufrir,
celebrar, participar, lamentar, llorar, reír, saltar, perder y ganar en el
lapso de una jugada. Para alguien conseguir este semblante, tiene que poseer
algunas características importantes.
Primero, debe ser vocinglero; es decir, debe estallar los
oídos de las personas a tu alrededor manifestando tu alegría, enojo, hambre,
etcétera. Si en algún momento escuchas tu nombre seguido de alguna petición de
silencio o tranquilidad; bien, ahí comienza el raudo andar.
Segundo, debe conocer, del encuentro, la situación pasada,
actual y futura; me explico, saber cómo se formuló el partido anterior, los
errores, los aciertos y algunas técnicas que se deben plantear en el ámbito
actual y a futuro. Obligado a averiguar qué resultados ajenos nos trae mayores
favores, a criticar, destructivamente o constructivamente, la labor de todo
participante del encuentro y desempeñar la labor de director técnico y árbitro
omnipresente. Las tres situaciones mencionadas en líneas anteriores, pasan por
un proyecto de evaluación crítico y analítico sobre los defectos y claridades
encontrados en cada uno. Del pasado se debe estudiar el error y el tino; debe
ser profundizado qué favoreció y que perjudicó la fecha pasada a nuestra situación
actual y futura; pero lo más importante de esta situación es, que después de analizado
y criticado cada una de las fechas pasadas, se debe olvidar su existencia, no
importa si fue favorable o demolió nuestra moral, esas partidas ya pasaron (ya
fue) y se debe seguir analizando lo siguiente, dejando atrás lo que ya pasó. De
lo actual se debe ver meramente la necesidad del equipo y su hinchada; el
resultado propio es más importante que los demás, pero nunca se deben obviar
los ajenos, ya que alguno de ellos puede amortiguar mejor una derrota o alegrar
mejor una victoria. Y del futuro es un poco más simple, analizar las posibilidades
y hallar, por cálculo matemática o habilidad deportiva, si la meta al logro
esperado sigue en vigencia o se debe olvidar aquel fin luchado.
Tercero, quizá la más importante, ninguna de ellas debe
faltar, pero si esta es omitida, definitivamente, estás lejos del perfil
iracundo del hincha. Debes estar poseído por la esperanza de victoria, lo más
probable es que consigas ser el hincha que más necesidad de criticar tenga;
pero nunca pierde la esperanza de que ganar no es difícil y que hasta el final
llora y grita por su equipo. Me escapo de lo docto para redactar con
sentimiento y decir que esa fe, ese sentimiento de superioridad sobre los
demás, se vuelve más especial en cada jugada. Cada una de ellas que se perdió,
que no se aprovechó, que se sufrió; solo sirve para crecer la esperanza de que
la acertada está pronto y que tanto, su fe como su garganta lo estará
esperando. Hasta la última jugada, la última estrategia, el último segundo;
sirve de esperanza para una celebración.
Por supuesto que me identifico con cada uno. Esto es
inspirado por el avance mundialista de la Selección Peruana de Fútbol, rumbo al
Mundial Brasil 2014. Sin duda el comienzo de este sueño fue totalmente estimulante,
gracias a una medalla de bronce en la Copa América del año 2011 y el debut victorioso
ante la Selección Paraguaya por dos tantos contra cero. Esa misma selección nos
venció en el último partido de clasificatorias en Asunción (cuidad que desconozco)
y nos hace pensar, tal vez, en que esa ilusión mundialista ya está fuera de
nuestro alcance. Pero esta decepción me hizo darme cuenta de las falencias que
hemos desarrollado desde ya, mucho tiempo (acá comienza el proyecto de evaluación
crítico y analítico sobre los defectos y claridades encontrados en el
encuentro). Es fácil darse cuenta que no tenemos equipo para poder afrontar con
claridad una Copa Mundial; con estas falencias, la participación mundialista
sería un recorrido humillante en nuestra historia futbolística.
Creo que todo peruano espera esa ansiada clasificación y esa
participación mundialista para afrontar a los adversarios que también sufrieron
y pelearon como nosotros. Pero esto cada vez se va haciendo más difícil gracias
a que seguimos con los mismos errores técnicos de siempre. La falta de garra, de
pasión, de juego controlado, a ras del piso, de cabeza fría, de táctica, se hace
presente en cada partido y nos hace notar que aún no estamos listos para lograr
esa suplicada clasificación ¿Si lo sufrí? Claro, como todo hincha que tuvo fe
de, aunque sea, lograr un punto en asunción ya con el marcador en contra. Soy
ese hincha iracundo que pude perder y ganar en un mismo partido. Que lo sufre
todo y que le alegra todo. Que grita, llora y suplica a la vez. Ese soy yo.
¿Yo, hincha? Hasta que mi garganta deje de esperar el grito de anotación
futbolística ¡Gol! Se escuchará en todos lados, y esta garganta estará lista y
sana para participar de esa exclamación que eleva la esperanza que la
clasificación, el buen juego y las alegrías cada vez, están más cerca.
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